Agosto, ese mes en el que todo parece ralentizarse, en el que las ciudades se vacían y el calor invita a buscar refugio lejos del ruido. Muchos miran al mar, a la costa, al bullicio veraniego. Pero cada vez más personas redescubren otra forma de disfrutar: el turismo de interior.
Una escapada a la tierra. A los paisajes abiertos, a la naturaleza viva, a los pueblos que huelen a tradición. Y sí, también al vino.
Porque visitar una bodega no es solo una actividad turística. Es una inmersión en la cultura, en la historia, en los sabores y en los paisajes que han marcado generaciones. Es una forma de reconectar con lo auténtico, con lo que somos.
En Bodegas Amezola de la Mora, lo sabemos bien. Nuestra casa —una de las pocas bodegas estilo château que existen en España— es mucho más que un edificio rodeado de viñas. Es un lugar donde la arquitectura, el entorno y el vino conviven en armonía. Un rincón escondido entre colinas, donde el tiempo parece detenerse, y donde cada visita se convierte en una experiencia sensorial y emocional.
La imagen que acompaña estas líneas —dos sombreros descansando sobre una barrica— lo resume todo: agosto también puede ser descanso, sí, pero desde la calma rural, desde la belleza natural, desde el silencio que solo interrumpe el canto de los pájaros o el crujir de la grava bajo tus pasos al recorrer nuestros viñedos.
Este mes, te invitamos a que descubras el otro verano. El de las rutas por Rioja Alta, los paseos entre cepas, las catas pausadas al fresco de una sala subterránea. El de las conversaciones en torno a una copa de vino que cuenta historias de lucha, tierra y pasión.
Este agosto, ven a Amezola.
Redescubre el placer de lo sencillo, de lo natural, de lo nuestro.
Descubre todas nuestras actividades en nuestra web Experiencias Amézola